Crónica – Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

La vida de Calixto Antonio Ochoa Campo, el hijo de César Salomón Ochoa López, y María Jesús Campo Pertuz, estuvo llena de música o en otras palabras se la pasó regalando alegrías cantadas. Todo lo que giraba en su entorno lo pasaba a canción y en su registro aparecen más de mil 500, algunas de ellas quedaron inéditas en casetes que guarda su última compañera Dulzaide Bermúdez.

En fin, ‘El negro Cali’, el hombre de la lengua activa que ablandaba cualquier corazón, el del ingenio popular, el compositor versátil que se paseó orondamente por los oídos del mundo vallenato, supo darle el toque preciso a su sincero amor al folclor.

No contento con eso en vez de entregar su hoja de vida, contó su biografía partiendo desde su tierra Valencia de Jesús hasta transitar por esos caminos de Macondo donde todo se convertía en realidad, como aquel hecho del calabacito alumbrador o cuando llegaban las horas de la tarde que le provocaba volver a los inolvidables sabanales. También aquella vez que soñó con tristeza su propia muerte, 46 años antes de suceder el hecho real.

Yo recuerdo que mi madre

cuando yo estaba pequeño

con sus trajecitos viejos

me hacía mis pantaloncitos,

cumpliendo con su deber

pasando miles tormentos

y así me fue levantando

hasta que fui un hombrecito.

Que así es la vida y que vamos

a hacer, luchar y ser del buen corazón

no se imaginan hoy los que me ven

lo que luché para ser lo que soy.

Como cualquier sicólogo de pueblo, en una oportunidad Calixto Ochoa se puso a pensar en las vueltas de la vida, esas que nunca se quedan quietas, así el mar del olvido o las alegrías efímeras se unieran al silencio del recuerdo cuando los años van diciendo adiós.

Yo no me siento tan joven

pero muy viejo tampoco,

y ahora es cuando más disfruto

de lo que a mí me domina

porque cuando ya no pueda

viviré con el consuelo

que un tiempo disfruté

de las cosas de la vida.

Cuando el hombre está muy viejo

es la horrible situación

cuando mira una muchacha

no más se muerde los labios,

y le cae un desespero

como el burro garañón

con ganas y sin poder

solamente malayando.

Si señores es la vuelta de la vida

Como es una jornada tan larga

Hay que aprender a aguantar la caída.

Él, fue la estampa del hombre trabajador y que supo en el momento justo dedicarse a componer para dejar las huellas que marcaron su gran historia musical.

Entre esas facetas un hecho que lo catapultó sucedió hace 50 años cuando se coronó como Rey del Festival de la Leyenda Vallenata presentando sus propios cantos: el paseo, ‘Muñequita linda’; el merengue, ‘Palomita volantona’; el son, ‘La interiorana’ y la puya, ‘Puya regional’. Lo acompañaron en la caja Olimpo Beltrán Peñate y en la guacharaca, Eliécer Amado Ochoa Herrera.

En esa oportunidad en la mesa de jurados estuvieron Enrique Castro Palmera, Pedro Peralta, Darío Pavajeau Molina, Víctor Julio Hinojosa y Lácides Daza.

Precisamente en cierta ocasión al indagarle a Consuelo Araújo Noguera sobre Calixto Ochoa fue enfática en afirmar: “Calixto es extraordinario, es el representante de la clase vallenata que tiene sabor a tierra, a boñiga, a ganado, a campo, a trabajo, a sudor, a esfuerzo. Yo diría que Calixto Ochoa, es lo más auténtico dentro de la música vallenata”.

De igual manera Jorge Oñate conceptuó. “Él, será inigualable y a través de sus canciones nos abrió un amplio campo en la música a los que iniciamos en esta brega. Fue todo un maestro del acordeón y de la composición que vivirá eternamente a través de su grandiosa y numerosa obra musical. Calixto, era el amigo que nunca dejó su humildad y manera amable de tratar”.