Por: Uriel Ariza-Urbina

En 1989 el canal de televisión MTV transmitió en vivo un inusual concierto acústico de rock sin público. Lo llamaron ‘unplugged’, o desconectado. El productor que se atrevió a semejante experimento no sabía cuál iba a ser la reacción de los televidentes. Llevar un concierto cargado de adrenalina y gente que no para de gritar y aplaudir, a un salón silencioso y desolado no parecía una buena idea.

No solo fue exitoso, sino que dejó al descubierto una faceta oculta entre el fanático y el artista. Al público le gustó, y lo siguió compartiendo con los espectáculos multitudinarios. Tres décadas después, un impensable experimento al estilo de los ‘desconectados’ ha surgido en el mundo por el aislamiento social provocado por la pandemia: los conciertos virtuales en vivo.

El cantante vallenato Jean Carlos Centeno fue el primero que se le midió al reto en Colombia, no sin sentirse un poco extraño. “Esta es una aventura, y espero que después de mí vengan muchos más”, dijo. Y así fue, porque a la fecha han sido varios los artistas, Paola Jara, Poncho Zuleta, Los K Morales, De parranda con los Reyes Vallenatos, y otros que se han unido al ‘show’, porque la música no puede parar, y ya hay espectáculos programados hasta el mes de septiembre.

Migrar al entorno digital era la mejor alternativa, en una versión más íntima vía ‘streaming’. Ningún artista quiere perder vigencia y privar a su público de sus interpretaciones. “A todo eso toca hacerle; son nuevas formas de llegarle a la gente”, dijo el cantante y compositor Jorgito Celedón. El dinero que se recauda por boletería y patrocinios en estos espectáculos se divide en porcentajes entre músicos y empresarios. Y cada autor puede hacer su ‘solo cantado’ a través de su plataforma, sin que ello genere pago alguno por el derecho de sus obras.

Pero, ¿qué pasa con los autores de las obras que se explotan comercialmente en los conciertos virtuales? Muy pocos se acuerdan de ellos, excepto por la felicidad que producen sus canciones. Ese compositor casi invisible está refundido en algún lugar de Colombia esperando su justo reconocimiento, no solo en aplausos sino económico. ¿Y quién defiende a ese artista, cuyas creaciones reconfortan el alma de un país abatido por el confinamiento?

Sayco es esa entidad, siempre señalada por desconocimiento, que aún en medio de las dificultades financieras por la drástica reducción de los aportes provenientes de la industria del arte, mantiene con esfuerzo la frágil cadena productiva de la que viven los casi diez mil compositores colombianos asociados y sus familias.

“Los conciertos digitales son el único rubro que queda vivo. Sayco lo que cobra es el mínimo vital de unos compositores colombianos; aquí estamos hablando de la comida diaria de estas personas”, dijo Rafael Manjarrez, Vicepresidente del Consejo Directivo de Sayco, además de abogado y compositor.

Sayco ha sacrificado la mitad del porcentaje que recauda por derechos de autor, y solo recibirá el 3 y el 5 por ciento por los eventos virtuales, para productores permanentes y para ocasionales, respectivamente, después de llegar a un acuerdo con empresarios, y la participación de la Dirección Nacional de Derechos de Autor y la Procuraduría como garante.

Los críticos olvidan que los derechos de autor de una obra musical no pierden su valor artístico ni comercial en cualquier circunstancia, incluso a través de las plataformas digitales, aunque no generan las mismas ganancias. La razón es simple: los autores y compositores también son víctimas de los estragos de la emergencia social, y más aún por la naturaleza de su actividad, ya que dependen de una industria paralizada.

El Gerente de Sayco, César Ahumada, debió salir también en defensa de la labor de la entidad, en medio de la desinformación en las redes sociales que desvirtúan la realidad: “Sayco realiza una gestión transparente en donde el 99% de sus compositores se encuentran satisfechos y reciben trimestralmente sus regalías. Sayco está para apoyarlos y brindarle bienestar a cada uno de ellos, quienes son los únicos y verdaderos dueños de esta sociedad”, dijo el abogado Ahumada.

El Gobierno ha dejado claro que la industria del espectáculo, bares, restaurantes y otros lugares destinados a la música y al esparcimiento serán los últimos en reanudar sus actividades. Los fanáticos extrañan los ‘shows’ en vivo, y los artistas no estar interactuando con ellos. Ya volverán, y a lo mejor los compartirán con los conciertos virtuales, como sucedió con los ‘unplugged’.

Una cosa es cierta: en estos momentos de aislamiento social no hay nada que alivie más a un corazón afligido y la desazón de la lejanía que la música, el pegamento que une los sentimientos de la gente, más que la política y el dinero.

Mientras tanto, esos miles de autores y compositores siguen recibiendo sagradamente los beneficios de Sayco, la sociedad que contra viento y marea sigue protegiendo sus derechos de autor por el uso de sus obras en los conciertos virtuales.

Ahora mismo, muchos compositores deben estar bajo el hechizo del aislamiento creando sus obras en soledad. Algunas de ellas seguro se convertirán muy pronto en éxitos musicales, y serán el retrato imborrable de los tiempos difíciles que ellos y todos nosotros tuvimos que pasar por la pandemia.